La meditación es una herramienta práctica que facilita la gestión, la orientación y la concentración de nuestra mente interior. Abre un espacio nutritivo para que nos pongamos en contacto con nuestras emociones y reformemos toda nuestra estructura, reevaluando con compasión nuestros conocimientos, actitudes, estilo de vida, hábitos diarios, estatus, etc. Experimentarás progresivamente el desarrollo personal y el autocrecimiento a través de la conversión de tu pensamiento con la Meditación.
Hay una palabra con “M» que puede que haya visto mencionada en alguna revista o página web, o que haya oído hablar de ella con elocuencia y se haya preguntado…
¿De qué se trata? ¿A qué viene tanto alboroto? ¿Qué maravillas hará por mí?
Cada día realizas numerosas tareas. Algunas son rutinas diarias, como lavarse los dientes por la mañana, peinarse, vestirse, coger el metro para llegar al trabajo o, para los más afortunados, hacer el trayecto desde la mesa del desayuno hasta la oficina de casa. Su perfeccionada motricidad le lleva a realizar muchas de las tareas descritas sin pensárselo. Mientras que otras tareas son más complejas, en las que puede lidiar con funciones de cuidado doméstico con compromisos profesionales, gestionar numerosos proyectos y equipos de trabajo, realizar varias tareas a la vez con regularidad, manejar diferentes relaciones sociales en función de la edad y el sexo, en línea o fuera de línea, etc. Aquí es el cerebro el que domina el camino de las tareas más exigentes.
¿No sería increíble dirigir nuestros cerebros con la misma facilidad con la que controlamos nuestras manos y pies?
Ese órgano fascinante que dirige los movimientos y pensamientos de nuestro cuerpo, el cerebro, es una masa alucinante de nervios, un millón de vasos sanguíneos, células, grasa y proteínas. La dopamina, una sustancia química que nos hace sentir bien, nos motiva a buscar experiencias placenteras y a ser más extrovertidos. Por suerte, una sustancia química opuesta relacionada con el estrés y los pensamientos depresivos llamada cortisol también es igualmente querida por nuestro cerebro. Las fuerzas positivas y negativas compiten constantemente en nuestras cabezas. Piense en ello como un tira y afloja invisible entre la sensación de calidez inducida por la dopamina y el golpe en los nudillos cargado de cortisol, dentro de nuestra psique.
El sistema de alarma interno del cerebro está conectado de tal forma que segrega cortisol para protegernos de cualquier daño. Imagina un ciclista que circula demasiado cerca de tu coche, o una persona odiosa que te tira al suelo delante de todos en una reunión de oficina, o un atasco que retrasa tu viaje en autobús a una importante presentación en una conferencia. Hay infinidad de ejemplos de incidencias cotidianas en las que nuestro cerebro se vería estimulado a producir cortisol. Aunque es un sistema útil, también significa que la negatividad nos llega más fácilmente que los pensamientos positivos.
Con la multiplicación de los factores de estrés en la vida actual, desarrollamos fácilmente un punto débil para el negativismo. No sólo habitamos y nos adueñamos de esta energía depresiva, sino que además no somos amables con nosotros mismos y, sin darnos cuenta, nos autolesionamos activamente. El subidón de cortisol nos empujará a culparnos por no haber visto antes el ciclo, a encontrar defectos en nuestra conducta (frente al colega tóxico) y a patearnos el trasero por no haber salido antes de casa para llegar a tiempo a la conferencia. La palpitante ansiedad que consume energía nos impedirá ver las cosas desapasionadamente. Usted no se plantearía analizar este tipo de escenarios similares con una perspectiva positiva, a pesar de que este tipo de problemas suelen ser efímeros y autocorregirse.
¿No sería la vida mucho más fácil si pudiéramos eliminar los pensamientos negativos y poblar nuestra mente (alojada en el cerebro) con imágenes e ideas positivas?
¿No sería maravilloso negociar la vida laboral y los compromisos interpersonales sin la angustia y la fatiga mental y emocional asociadas?
Pero, un momento… ¿cómo entra uno en su cabeza?
¿Cómo se hace uno con estos pensamientos?
¿No van y vienen estas contemplaciones intangibles a su antojo?
¿Es posible controlar la mente interior?
El cerebro es la dirección de tus pensamientos, de tu mente y de tu conciencia. En pocas palabras: un cerebro sano alimenta una mente floreciente. A pesar de todo lo que el cerebro hace por ti día tras día, cada nanosegundo de ese día, apenas lo cuidamos. En el gimnasio se suda en la cinta, la escaladora o la bicicleta estática para trabajar el cardio. Los músculos se fortalecen haciendo ejercicio contra resistencia, como pesas libres, máquinas de resistencia, etc. Puede que algunos prefieran nadar, hacer footing, montar en bicicleta u otras actividades para mantener su cuerpo en forma. Sin embargo, ¿pensamos en nuestro pobre cerebro? “Oh, el cerebro se beneficia de toda la actividad física que hago», dices. Sí, eso es científicamente correcto. Aun así, ¿no cree que el cerebro se beneficiaría inmensamente de algún ejercicio dirigido principalmente a él? ¿Y qué significaría eso a su vez para su cuerpo, su mente e incluso su alma?
La meditación es un ejercicio dirigido al cerebro. El ejercicio adopta muchas formas, como respirar conscientemente a un ritmo determinado o centrarse en objetos y palabras. Sin saberlo, nos hacemos mucho daño a nosotros mismos por nuestra tendencia arraigada a reñirnos por nuestros “pensamientos ocupados» por considerarlos tontos, poco realistas, mezquinos o escandalosos, a pesar de no haber entrenado nuestra mente para hacer lo contrario. Este comportamiento autocrítico va en detrimento de nuestro bienestar mental y físico. La meditación nos lleva lentamente a un espacio sin prejuicios en el que nuestra mente puede explorar libremente sus “pensamientos ocupados».
Al mismo tiempo, entrena delicadamente nuestra materia gris para agilizar las ideas emergentes en nuestra conciencia. Este masaje de nuestra mente se metamorfosea felizmente en un relajante masaje corporal que aporta alivio a nuestro espacio mental y también a nuestro ser físico. A medida que te concentras en tu atención y conciencia, los músculos de tu cuerpo se relajan y liberan lentamente la tensión acumulada.
Una vez que empieces a practicar la meditación, pequeños brotes de hojas nuevas se abrirán paso en el árbol que hay en ti. Con cada pequeño brote, notarás un lento cambio espontáneo en tu perspectiva. El “ahora» se hará gradualmente más presente: verás detalles adicionales de este ahora. Se fijará en los árboles que bordean las calles que conducen a su casa, las tazas de su cocina le evocarán recuerdos felices de tomar el té con los amigos, notará los pequeños gestos de cariño de sus hijos o de su pareja. Te maravillarás del ritmo enloquecedor de tu existencia en el pasado. Y el arco iris de tu futuro se verá más brillante y alegre.
Involucrarse en los recovecos profundos de la mente es un viaje espiritualmente edificante. Como nadie más puede respirar por ti, nadie más puede gobernar los pensamientos que dejas germinar y crecer. Esta interacción íntima con su conciencia también afectará a los cambios inmediatos y a largo plazo. Se materializará una transformación progresiva que repercutirá favorablemente en su bienestar físico, mental, emocional y espiritual. La dinámica del bienestar te hará sentir cada vez más relajado, aliviará los síntomas de los dolores corporales y la depresión, te hará dormir mejor y te liberará de la ansiedad. Saldrás de la práctica con el descubrimiento de una sensación de paz interior desconocida pero feliz. Aflorará una serenidad que no sabías que existía dentro de ti.